miércoles, 30 de enero de 2008

¿Qué nos ha pasado? Antes eran, éramos más fuertes. A mis padres les da miedo que me vaya de casa. Y les da miedo que, si me voy, no sea a un sitio en el que me tengan la comida hecha todos los días, no controlen las horas a las que salgo o entro, o yo qué sé qué. Las comodidades son una trampa. Me parece que antes no éramos tan débiles, porque sabíamos luchar, y merecía la pena. Hoy parece que no la merezca, pero sí. Cuando te encierran en una suite de lujo con tres mayordomos para ti y te quitan la necesidad de moverte, hacen que cada vez te cueste más salir, hasta que ya no te puedas mover por ti mismo y los mayordomos te devoren. Como dice Miyazaki (a propósito de "El viaje de Chihiro" [véase el segundo artículo de este blog]), eres "una gallina que no deja de poner huevos hasta que otros se la coman", o quizás eres un codicioso cerdo que no deja de engordar hasta la matanza. Es lo que ocurre en "La máquina del tiempo" (aunque personalmete piense que sucederá casi lo contrario). Encima, te hacen creer que has llegado a la felicidad. Quizás sí que se han perdido muchas cosas, las raíces entre ellas. Nos parece lejana la caída del muro de Berlín. No estudiaré biotecnología. No me siento raro, los cambios no se dan por los días que has vivido, sino por las cosas que has hecho. No quería poner lo que vendrá después de esta parrafada, pero siento la necesidad de hacerlo. La idea surgió cuando vi Big Fish, de Tim Burton, este verano, de aquello que más me llamó la atención y me llegó no sé donde, pero ahí se quedó clavado con tirafondo; es ese lugar en la que no hace falta llevar zapatos porque todo el suelo es de mullida hierba y la vida es absolutamente agradable, perfecta, tanto que nadie se va una vez entra. El protagonista decide irse, pero los pies le dolerán mucho, y pasará miedo, el dolor de sus pies será insoportable porque al llegar a esa ciudad dejó sus zapatos en un sitio del que no los podría volver a recuperar, junto con los zapatos de todos los demás habitantes; cuando la niña se los robó y los tiró, atados de los cordones, a esa cuerda suspendida en lo alto, a la entrada, dije en alto por lo menos tres veces: "qué hija de puta, pero qué hija de puta". Los zapatos de un antiguo conocido del protagonistra, que partió hace años de su ciudad natal en las mismas circunstancias que él, estaban allí, se había quedado en ese lugar para siempre, donde todos son felices sin excepción, y no había hecho aquel viaje que le podría haber llevado a cualquier lugar, a cualquier aventura, a... vivir, a ser verdaderamente feliz, y no un tonto que come la misma deliciosa tarta de la mujer de no sé quién todos los días y habla de gilipolleces sin sentido para la gente que verdaderamente puede volar. La imagen que se me ha quedado grabada es la de la niña tirando los zapatos atados el uno al otro con sus cordones. Y no os preocupéis, que os he contado 5 minutos de la película, no creo que más. Aunque lo incluya en los cuentos de luciérnagas, este es en realidad un Cuento del Caleidoscopio, espero que el primero y último que cuelgo en este blog.


Por fin, ha llegado a su destino. Tras haber pasado por tantas cosas. Va a ser feliz. Una etapa de su vida acaba. Lo llamaban el Árbol de la Felicidad, y lo ha encontrado.

Se apoya en el tronco, no sabe cómo usarlo. Las ramas caen a su alrededor, con hojas como un trapo de seda dorado y unas frutas también doradas que ni idea de qué son, pero el olor es exquisito. Qué cómodo es el tronco, ni que lo hubiesen hecho para esto. Habrá que probar una fruta. Sus sentidos se agudizan al máximo con el primer bocado; era lo más delicioso que había probado.

Las no sé cuántas ramas por no sé cuántas piezas de fruta por rama daban como resultado mucha comida. En ella estaban contenidos todos los principios inmediatos necesarios para un cuerpo humano, exactamente para el suyo, aunque la verdad es que él ni idea de eso.

Cómo no sabe, pero siempre tiene una fruta en su cara, y cada vez que la coge y se la come tiene otra, cuyo puñetero aroma desata otra vez el ciclo. Cada vez huelen distinto y mejor.

Bah, no voy a necesitarlas más, se levanta y cuelga las botas en una rama. No es una sorpresa que ahora donde estaba apoyado el árbol haya formado una especie de colchón. Se tumba.

Todavía están ahí, en su nariz. Por qué no, puede comer algunas más.

Para qué quiero los pies. Menudo estorbo, no los voy a usar más y encima se me están quedando fríos. Ahora sí que hay sorpresa: ya no tiene pies.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que se le ocurriese que sin pies las piernas tampoco sirven para nada. Son voluminosas y el corazón tiene que bombear la sangre por ellas, un trabajo más. Antes de comprobar que no las tiene come otro fruto dorado.

Ha pasado un rato y ya siente hambre. Va a coger más comida pero el árbol mueve sus ramas y le da de comer. Hasta sabe mejor que él cuándo quiere más y cuándo no. Ya los brazos no me sirven.

Y no he tenido que dar ni una orden. ¡Vaya que si es el Árbol de la Felicidad! Va a gritar soy feliz, pero no emite ni un sonido. El árbol es la ostia.

Ya no tiene que oir, ya no oye. No tiene que escuchar órdenes, no recibe opiniones, no ecucha cosas que no le incumben, y menos para comunicarse con el Árbol.

Pronto le empieza a dar la fruta hecha trozos y depués masticada. Al final las ramas le acaban metiendo la comida por la boca y avanzan hasta el estómago, depositándola allí con cuidado, como si fuera a romperse.

Por favor, cierra los ojos, deja que vea yo por ti. Ahora no has de usarlos para nada, no te molestes gastando energía en eso. Qué educado es el árbol. Y tiene razón. Cierra los ojos y no los vuelve a abrir.

Deja que piense por ti. No habrás de pensar nunca más ni de preocuparte por nada. Al fin y al cabo, sólo busca hacerle feliz, por lo que seguro que esa es la mejor opción. Y, la verdad, cree que no va a necesitar nunca más pensar. Justo cuando lo permite siente con lo último que le queda que en realidad le daría lo mismo ser solamente un pene erecto al que las ramas de un árbol no paran de masturbar que estar muerto.

Y el árbol se lo tragó.

Sólo quedaron sus botas, colgadas de las ramas del árbol, junto con miles de pares de botas más.

martes, 22 de enero de 2008

Astrolabio
(El collage lo hice yo.)

martes, 15 de enero de 2008

¿Por qué todo me tiene que pasar cuando me acuesto? Ayer, con mi hermano en la cama de al lado dormido y la lamparilla esa con forma de calabaza de Halloween que cada vez me da más mal rollo encendida, iba a meterme en la cama, pero de repente sonó un ruido de campanas debajo de mi cama. Me acojoné vivo. Creía que ya había superado mi miedo a la oscuridad, pero no, parece que nunca se me pasará del todo me convierta en lo que me convierta. Con la luz de la lámpara "grande" apagada y dos cojones, miré debajo de la cama. No vi nada; lógico, la luz estaba apagada. Así que la encendí. Con otro par volví a mirar. Una alcayata. La habría dado una patada. ¿Qué coño hacía ahí una alcayata? Creo que todavía está, yo no la he recogido, al menos.

Mi miedo a la oscuridad se remonta a cuando tenía unos 3 años o así, y no lo superé hasta los 13 (ó 14). Ahora tengo 17, y parece que ha vuelto. Quizás nunca se fue. A veces, cuando me acuesto, pienso que, por alguna razón inconcreta, alguien/algo/nada que está debajo de mi cama atraviesa primero el colchón y después mi cuello o cabeza (sobre todo mi cuello) con un machete/espada/cuchillo/púa/cosa afilada y/o punzante, y siento cómo el objeto asesino va a travesando lentamente el colchón, con velocidad constante, y después adquiere una aceleración de x m/s2 y atraviesa mi cuello, limpiamente, y siento cómo me dolería, la agonía de tener una daga clavada en el cuello, sin poder hablar, paralizado de terror, sintiendo la sangre viva, la vida caliente, escapándose de mis venas y empapando mi cuello hasta abandonarme. Y es horrible estar esperándolo, y si no viene vendrá el chico del bate, y es horrible. Pues claro, el otro día, el de la alcayata, ¿adivináis qué me pasó? No, no lo adivinamos, pues ya hay que ser muy tonto, pero de estos tontos con avaricia que comen tonterías y las cagan a la hora de hablar, porque estas preguntas siempre se hacen cuando acabas de decir antes la respuesta. Pues eso, pero no me pasó nada porque soy vampiro, y ya sabéis cómo morimos, que algo de verdad debían de tener los cuentos (siempre cuentos, nunca tales) y las películas.

jueves, 10 de enero de 2008

Tales of Symphonia (I)


Tales of Symphonia es, sin duda alguna, el videojuego que más me ha apasionado de entre los que he jugado (incluso más que un Zelda, que ya es casi impsible). Obra maestra es, eso es indudable, que salió el 29 de agosto de 2003 en Japón (como siempre, primero allí).

¿Qué ocurre, entonces? ¿Por qué nadie lo conoce? Eso lo dirás tú. La saga de "Tales of..." (Tales of Phantasia, Tales of Eternia, Tales of the world, Tales of Abyss, Tales of Symphonia, etc.) es muy conocida, sobre todo en Japón y EEUU, comparable con los Final Fantasy, y ha tenido sus OVAs y hasta una "miniserie" de 13 capítulos de Tales of Eternia. La mejor OVA es la de Tales of Phantasia, que resume magistralmente en 4 OVAs de media hora el primer juego de la saga (se salta la mitad del juego y más, pero es perfecta su forma de unir diversas partes del argumento, diciendo lo esencial, sin rodeos pero permitiéndose también sus florituras), un juego que marcó tendencia (en serio, si no buscad en internet, es un juego del año 1995 lanzado para la Súper Nintendo que aún hoy en día lo puedes encontrar en las tiendas, sin ir más lejos el otro día fui a Game y allí estaba, para Game Boy Advance). El Tales of Symphonia ha tenido tanto éxito que se está haciendo una segunda parte de esta maravilla. ¿Qué pasa? Que sólo es para Game Cube, solamente se relanzó para PS2 en Japón (siempre Japón).

Y ¿qué tiene de especial, oh, tú, para que tanto te guste? Todo, hasta los gráficos, que a más de uno lo echarían para atrás, pero a mí me parece que le dan un ambiente totalmente original y apropiado, aunque tampoco les haría ascos a unos gráficos Final Fantasy X, todo hay que decirlo. Los personajes recuerdan al manga/anime, lo que le viene al juego como anillo al dedo. Además, la historia bien podría ser de un anime de 200 capítulos (y no sé si me quedo corto, porque si metemos todo lo que hay en el juego son más de 300, yo diría). Sólo digo que llevo ciento y pico horas de juego (¡Viciao! ¡Que lo tengo desde hace más de 2 años, hombre!) y a 20 min. por capítulo... Lo dicho, lo mejor es la historia.

Pero, a ver, ¿qué dices que tiene la historia? Pues a primera vista y si os lo empezase a contar desde el principio, más de una diría "un juego más entre tantos otros iguales". Bien es cierto que tópicos muy recurrentes de este tipo de juegos no le faltan: elfos, los templos con sus puzzles, un arsenal de objetos que nada tiene que envidiar al de otros juegos, es más, algunos deberían aprender de él, al igual que una gran cantidad de monstruos, distintos personajes que se van uniendo a la aventura, todos con sus características particulares bien definidas, topicazos como "vamos a salvar el mundo" o "la Elegida", conjuros y ataques especiales...



Pues vaya, menuda tontería. Tú a beber derivados halogenados, chaval. Pues claro que tiene de especial, y mucho. Utiliza como base este tipo de juegos y una gran partre de sus compradores serían personas a las que les vayan éstos. Pero, por debajo de todo, este juego trasciende los límites del videojuego para pasar a ser una antiutopía, un grito contra la xenofobia y la segregación, valores morales y muchas cosas más que ahora no quiero decir; para, como en una obra literaria o en una película, mostrar la evolución de los personajes (muy fuerte, realista y bien conseguida), con una historia impecable en cuanto a su contenido, su mensaje, su construcción y ensamblaje de las piezas que forman esta verdadera sinfonía de cuentos y en cuanto a la captación de la atención del jugador, o lector, o espectador.

El juego construye un mundo, Sylvarant (al menos inicialmente), del que te va mostrando su funcionamiento, sus mitos, sus creencias, su historia, su estructura socio-política... el cual no es que sirva de fondo para la historia, sino que es en sí clave para la historia hasta un punto que no os podéis ni imaginar. La historia es cuanto menos interesante, que se puede interpretar como una simple larga historia, o como algo más, donde se expresan ideas, se defienden cosas y se rechazan otras, pero nunca se puede interpretar como un pretexto para hacer un videojuego. Es más, es la parte más importante del videojuego y a la que más importancia se da en él. No es un juego de habilidad, ni de estrategia, ni de lucha... lo que importa es que avances en la historia, pasándote cosas, superando pruebas, sí, pero podríamos decir que son en realidad estas pruebas el pretexto para avanzar en la historia, el formato de videojuego no es más que una base estable sobre la que construirla. Lo que en realidad te impulsa a seguir jugando es descubrir la historia, lo que va a pasar, lo que pasó, lo que está pasando, por qué todo eso. Es que no quiero reventaros la historia (¿por qué?, os preguntaréis; pues ya lo veréis, impacientes), por eso me estoy callando muchas cosas.

Vale, Tales of Symphonia es un RPG prácticamente puro (es sí, no hay batallas por turnos, el sistema de combate es totalmente original), pero para mí es especial, y me parece horrible que sólo sea para Game Cube, porque poca gente habrá disfrutado con él. Puede que este afán mío por el Tales of Symphonia os parezca desmesurado, pero es real, y de verdad que pienso que si pudieseis probarlo unos días y terminarlo (en uns meses) tedríais esta misma impresión. Esto no acaba aquí.